El amanecer es espectacular, el cielo se pone de un color rojo, espe-cial, no se ve así en tierra; entre unas nubes grisáceas aparece el sol, muy difuminado que se le puede mirar cara a cara, maravilloso.
He visto amaneceres maravillosos muchísimas veces durante años cuando volaba desde América a Madrid, pero verse a 300 o 400 millas de alguien, en el medio del Atlántico tan grande, y nuestro barco tan pequeño… es especial.
Poco después apareció una bandada de peces voladores. Son como sardinas pero con alas y con mucho miedo, porque solo vuelan cuando se sienten amenazados por algún predador ¿cuánto miedo y durante cuantos milenios habrán tenido que pasar estos animalitos para que la evolución les haya convertido sus aletas en ¡alas!?
Todo transcurría tranquilo y maravilloso hasta que el patrón salió por el tambucho gritando como un energúmeno - ¡el rumbo! tenemos que ganar más Sur, no vais atentos parece que vais de paseo-. Por lo visto cree que si aprieta puede quedar entre los tres primeros y está “envenenao”.
A las 10 UTC, posición 18º30´N 30º21´W; hemos hecho 131 millas en las últimas 24 horas, nos quedan 1.775 millas ¡13 días! ¡Pero si ayer nos quedaban 10 días! Lo miro y remiro, paso y repaso pero algo no está bien; si me fío del GPS me marca 1.775 millas pero si mido en la carta en tramos de 130 millas me sale bastante menos. La verdad es que me preocupa poco, se que estoy en el medio del Atlántico, que tengo 5.000 metros de agua por debajo y que no vamos a chocar con nada, que vamos a rumbo Oeste, así que marque lo que marque el GPS vamos bien. En fin, nada preocupante, cuando me apetezca trataré de resolver este misterio. De todas maneras sé que es un problema de calculo por la proyección de la carta y de la ruta que da el GPS, posiblemente esté ajustado para que dé rutas loxodrómicas (que son las que mantienen un rumbo constante y por lo tanto son mas largas que las ortodrómicas) estoy casi seguro. Pero me da igual, esa asignatura ya la tengo aprobada y no pienso ponerme a estudiar.
Durante ocho años fui segundo piloto en los DC-10 de Iberia (como ser primer oficial en un barco mercante), siempre hacíamos los mismos vuelos desde Madrid a Río de Janeiro y vuelta, desde Madrid a Toronto y vuelta, a Nueva York, a Montreal, a Caracas, a la Habana y a muchos destinos mas. Pero siempre era lo mismo, idas y vueltas cruzando el Atlántico, como en el Selene pero a 450 nudos y a 10 kilómetros sobre el mar; pero básicamente lo que es la navegación varia muy poco.
Normalmente el comandante, (capitán en un barco) durante las horas centrales de la noche “descansa” y delega las decisiones en su experto primer oficial. Una noche que veníamos de Río de Janeiro, el “capitán” descansaba y el primer oficial (yo) asumía las responsabilidades en soledad; aparecieron unos ecos de tormentas del Frente Intertropical en el radar (que son muy violentas) y decidí apartarme, desconecté parcialmente el piloto automático y puse un rumbo para apartarme; cuando pasábamos las tormentas lateralmente, el avión se movió un poco, “el Pala” , que así le llamábamos a ese comandante, se despertó algo sobresaltado, enseguida empecé a darle novedades de cómo estaba la situación, de que nos habíamos apartado de la ruta 35 millas… que si las tormentas… que si…, el se limitó a incorporarse, encender la luz que ilumina la brújula de emergencia, que es como la de un barco pero en pequeñito, y dijo –si pone W para Washington y si pone E para España, lo demás tiene arreglo-; se revolvió un poco en el asiento y siguió durmiendo. Tenía razón, cruzar el Atlántico es poner E o W y esperar, lo malo sería que la brújula pusiese N o S, porque no tendríamos ningún aeropuerto donde aterrizar antes de que se nos acabase el combustible. “El Pala” había llegado a la síntesis de la navegación oceánica, un sabio.
Hoy al comida buenísima, el dorado de ayer al horno. Menos mal porque la despensa (gambuza) está al mínimo, preocupante; hasta denunciable, diría yo.
Al atardecer veo resoplar por la popa como a media milla varias ballenas, de verdad, enormes, negras, resoplando vapor, dan miedo; no apetece nada que se acerquen, te notas impotente ante ellas, son bastante mas grandes que el Selene, así que cuando desaparecieron nos quedamos más tranquilos. Prometo ir a ver ballenas en una excursión organizada para turistas, pero ojala no las vuelva a ver en situación parecida porque te das cuenta del riesgo real que corres si les da por ponerse a “jugar” con el Selene, y hay cientos de relatos de que esto ha ocurrido, de hecho creo que todos los ataques de ballenas a barcos no son mas que eso, jueguecitos cariñosos, ¡Animalitos!
Es curioso como el cuerpo sabe que estás en una situación de riesgo muy real, que estas lejos de todo y de todos, que nadie te puede ayudar y que una cosa que en casa haces con total normalidad, aquí te lo piensas dos veces.
Esta reflexión me vino el otro día mientras pelaba patatas en la banda de estribor y me vi con un cuchillo enorme, las patatas, las olas, los dedos…
Antes de oír la Rueda de los Navegantes me llamó Marcos y charlé un rato con el, después hablé con Pilar, han pelado a las perras y empezaron a arreglar el cuarto de baño de las niñas, mi madre está bien y todos me echan de menos.
Al anochecer arriamos el spi, y me voy a la litera que tengo guardia de 4 a 8; me gusta la guardia de 4 a 8 por lo del amanecer, la gente durmiendo…
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